Ian Curtis En 1980, colgaba el cuerpo de Ian Curtis en su habitación. En su tocadiscos seguía dando vueltas The idiot de Iggy Pop, y en el VCR de su televisión encontraron la cinta de Stroszek. Oum Khaltoum Oum Khaltoum, se dice, cantaba durante horas y horas. Ni siquiera se puede llamar canciones a sus canciones, pues se alargaban durante horas y horas. Se acercaba un pañuelo a la nariz y cantaba sin parar. Tenía siempre en la mano izquierda un pañuelo, en el que dicen que escondía un pedacito de hachís del más bueno; lo hacía traer de las montañas del Rif. Así pues, según dicen, acercaba a su nariz el pedacito de hachís envuelto en el pañuelo, y cantaba durante horas y horas. SS Cap Trafalgar En 1914, frente a la costa de Brasil, se hundió el buque Cap Trafalgar. Para protegerse de ataques enemigos, lo habían disfrazado de otro buque de guerra, el inglés RMS Carmania. Su mala suerte fue encontrarse en el Atlántico con el RMS Carmania real. Éste, a su vez, iba disfrazado del SS Cap Trafalgar. Stroszek Al inicio de la película Stroszek, Bruno S. sale de una prisión alemana. Su compañero de celda, para despedirse, se tira un pedo y lo prende con un mechero, creando una llamarada que asusta a su excompañero. Bruno S., después de la depresiva bienvenida que le da Alemania al salir de prisión, acabará probando suerte en los Estados Unidos. Jaime Mesía Figueroa El hijo del duque de Tamames y la duquesa de Galisteo fue una figura atípica en la España de la transición. Abandonó los palacios y se adentró en el submundo criminal que inspiraría el universo quinqui, aunque mantuvo siempre una afición por los trajes elegantes. Robó bancos, vendió hachís y se hizo amigo de la policía. Cuando éstos asesinaron al Nani en un descampado de Vicálvaro, se dice que los ayudó a enterrar el cadáver en su propia finca familiar. Para protegerse del escándalo, huyó a Brasil. Udo S. En 2005, en una comisaría en Dessau, Udo S. golpeaba la cabeza de Oury Jalloh contra la esquina de una mesa (o no). El policía alemán, junto con dos compañeros, dejaron al refugiado guineano o sierraleonés, ahora ya muerto (o no) en una celda. Rociaron el cadáver (o el cuerpo inconsciente) con gasolina y le prendieron fuego. Luego dijeron que Jalloh se había prendido fuego a sí mismo. Cuando llegaron los bomberos, en la celda, ahora teñida de negro, yacía el cuerpo calcinado de Oury Jalloh con un mechero perfectamente intacto encima.